La masificación de las redes sociales y clientes de mensajería instantánea nos ha traído, sin duda alguna, un alud de cosas positivas e interesantes, otras no tanto. Uno de esos puntos negativos en particular ha llamado especialmente mi atención, ese que da título a esta entrada.
Sí, es por todos sabido que en estos tiempos de constante ajetreo en nuestro diario vivir, inclusive en la forma de comunicarnos, bien sea oralmente o por escrito, se tiende a minimizar mucho las cosas, llevar todo a su mínima expresión. Incluso, en ocasiones, se tiende buscar nuevas formas de expresión que resulten más “cómodas”. Hasta ahí todo bien, eso lo acepto y lo respeto.
El problema toma otras dimensiones, cuando inocentemente (por llamarlo de algún modo y evitar así la utilización otros términos un tanto más despectivos), nos encontramos en la red de redes con una serie de ¿vocablos?, principalmente en redes sociales como Facebook y Twitter, aunque se extiende también a clientes de mensajería como Whatsapp o Telegram, así como a foros, blogs, y sitios web en general, que atentan de forma involuntaria y hasta deliberada contra la homogeneidad, formalidad, universalidad y elegancia del idioma de Cervantes.
Somos todos humanos, y es de humanos errar, ergo cualquiera se equivoca y comete una falta, pero es completamente intolerable encontrarse con tales atrocidades ortográficas épicas. Contribuyamos todos y pongamos bien en alto nuestro idioma, porque el castellano es de todos y no de unos pocos.
¿Y de quién es la culpa? La culpa es de todos, no se puede simplemente echar la culpa a alguien y seguir adelante como si nada. La culpa es de todos, de los que ven y callan, de los que educan por interés y no por vocación, de quienes no invierten suficiente en fortalecer un sistema de educación que tiende a la obsolescencia, de quienes no se preocupan por ampliar su envergadura cultural… La culpa es de todos, colaboremos en erradicar o al menos atenuar lo más posible este problema que nos afecta directa o indirectamente a todos.
Dice la cultura popular que desde que se inventaron las excusas nadie queda mal. Este caso debe ser excepción a la regla, no hay excusas válidas, todos los navegadores modernos, incluso teléfonos inteligentes y tabletas vienen de fábrica con un corrector ortográfico integrado (aunque a veces es posible poner en duda la eficacia de los mismos). Démosle uso a esta importantísima funcionalidad. La próxima vez que vayas a publicar algo en tu perfil, en tu blog, en tu sitio web, has una pausa, revisa lo que has escrito, presta especial atención a las palabras resaltadas, corrígelas y así estarás haciendo un pequeño y a la vez inconmensurable aporte a tu cultura, a tu idioma, pero sobre todo, a tu persona.